Me desahuciaron, a mi hermano y a mí nos echaron de casa. No tenía casa, dormía en un banco. No tenía dónde lavarme. Y esta pierna…, pues resulta que un día estábamos cargando muebles y algo se rompió y me cayó en la pierna. Me hice una herida. No fui a ningún sitio porque no necesitaba ningún médico, ya se me pasaría, se me pasaría solo, me dije. Y no se me pasó. Y la pierna empezó a pudrirse. La gangrena iba subiendo.

En el hospital me dijeron: «es la vida o la pierna…» Luego seguí en este mismo banco sin una pierna. Alguien se interesó por mí, me trajo aquí. #Cáritas de la Archidiócesis de Katowice Centro San Jacinto. Era 2014. El portero me ayudó a subir la primera vez, aunque me dije que tenía que aprender por mí mismo. Han pasado siete años y, a ver, ahora ya no tengo ningún obstáculo, basta con que haya una barandilla. Subo a todas partes yo solo. Vivo bien, no me quejo.

Tengo un sitio para afeitarse, dónde cambiarme de ropa, ropa limpia. Puedes ver todo lo que tengo. Antes no tenía nada. Estaba increíblemente sucio. Desde que llegué aquí siento que soy normal. Hace siete años que no bebo. Desde el día que llegué aquí. Veo a la gente. Hablo con este amigo, con aquel amigo. Cuando hace buen tiempo voy a sentarme al parque.

Te diré que hay algunas personas que, cuando me ven con mi «Kasia», porque así llamo a mi andador, «Kasia», a veces me dicen por la calle cuando les molesto: «Señor, coja esta chatarra y váyase». Hay gente así, pero «Kasia» y yo no les hacemos caso, ¿qué se supone que debemos hacer? En el pasado, cuando aún tenía la pierna, cuando no tenía hogar y lo tenía difícil, la gente ayudaba más por su cuenta. Traían algo de sopa, algo de ropa para calentarnos. Ahora, no existe esa amabilidad en la calle. Solo aquí, en principio, te cuidan, se preocupan.